Vi
perderse en la oscuridad,
la perenne y cristalina fuente
de los ojos de agua de esta
y
aquella montaña
Al
compás del viento
miré
a las aves huyendo de sus verdes
fortalezas
Así
como San Juan, yo miré las multitudes
acumuladas
de tanto olvido,
y vi correr el agua empapada
de sangre.
En
medio del éxodo,
la incrédula mirada y la escéptica palabra
se
convirtieron en estampidas de miedo
Tarde,
tarde, muy tarde…
porque
la miseria y la peste
poco
a poco envolvieron el confort
del
acero y el concreto.